Desde el mismo momento en que se inició el relajamiento de las restricciones asociadas a la ‘cuarentena’, allá por mayo de 2020, los despachos de insumos relacionados con la construcción comenzaron a recuperarse a un ritmo elevado. A tal punto que en el inicio de 2021 de manera global casi igualaron los máximos históricos alcanzados a finales de 2017. Un fenómeno nuevo como la pandemia/cuarentena y la profundización de los desequilibrios macroeconómicos fueron los principales factores explicativos.
Los números sectoriales
Desde que comenzó la presidencia de Alberto Fernández hasta abril de 2020, el Indicador Sintético de Actividad de la Construcción (ISAC), que mide la evolución de los envíos al mercado de un total de 13 grupos de insumos relacionados con todas las tipologías de obras (residencial, industrial, comercial, infraestructura, vial y petrolera), registró una contracción de 71,9% desestacionalizada, para luego transitar un sendero de recuperación casi continuo (la excepción estuvo en agosto, probablemente vinculada con el retroceso temporario de la apertura en grandes centros urbanos) que le permitió, en enero de 2021 ubicarse 18,9% por encima de noviembre de 2019.
Al desagregar el ISAC surge que los volúmenes despachados de los insumos más vinculados a las obras residenciales fueron los más dinámicos, con subas desestacionalizadas superiores a 20%. Estamos haciendo referencia a los ladrillos huecos (40%), pisos y revestimientos cerámicos (32,6%), hierro redondo y acero para construcción (28,5%), cemento Portland (27,7%), pinturas para construcción (21,1%) y cales (20,6%). Otros tres insumos tuvieron subas de entre 14 y 20% en el período analizado (placas de yeso, artículos sanitarios de cerámica y hormigón elaborado). Y en los restantes casos hubo bajas de entre 5,5% y 22%, entre las que se cuentan la del conjunto ‘vidrio plano para construcción, tubos de acero sin costura para la industria petrolera y grifería’ (presentado así por el INDEC, por una cuestión de secreto estadístico; -9,9%) y la del asfalto (-21,1%).
El cemento Portland, el termómetro del nivel de actividad sectorial, registró despachos por un total de 1,7 millones de toneladas en el primer bimestre de 2021
Un comportamiento similar tuvo el Índice Construya (IC), que mide los despachos de insumos para obra residencial de las empresas del Grupo homónimo (todas empresas líderes en sus sectores y con producción local). En este caso, la caída inicial fue de 75,1% (hasta abril ’20) y el posterior proceso de resurgimiento llevó al IC a ubicarse 15,1% por encima de noviembre de 2019.
Por su parte, el cemento Portland, “el termómetro” del nivel de actividad sectorial, registró despachos por un total de 1,7 millones de toneladas en el primer bimestre de 2021. Este volumen fue 19,2% mayor al de enero-febrero de 2020. Pero, para tener una comprensión más acabada de lo que significó, cabe señalar que fue el cuarto mejor primer bimestre de los últimos cuarenta y un años (quedando casi 12% por debajo del máximo registrado en el primer bimestre de 2018). Y la tracción en este caso provino del lado del cemento en bolsa, particularmente vinculado a las obras de refacción y de ampliación. Desde septiembre del año pasado hasta enero del corriente año, el envío al mercado de cemento en bolsa, un insumo perecedero, batió records históricos mes a mes.
Y la tracción de la demanda de insumos fue tal que, en el arranque de 2021 el ISAC desestacionalizado quedó apenas 6,0% por debajo del máximo histórico alcanzado en el último trimestre de 2017. Ahora bien, hubo seis insumos vinculados a las obras residenciales en los cuales las entregas superaron a las registradas en aquella época: pisos y revestimientos cerámicos (16,0%), placas de yeso (15,6%), ladrillos huecos (12,9%), yeso (2,6%), hierro redondo y acero para construcción (0,4%) y cemento Portland en bolsa (2,5%).
Los factores explicativos
La pandemia y la cuarentena asociada a ella desencadenaron nuevas necesidades en materia de vivienda para las familias y también facilitaron la realización de cambios. Mayor aislamiento social favoreció la implementación de refacciones de casas y departamentos, así como de ampliaciones y mejoras de casas, y también la puesta en marcha obras de construcción de nuevas casas en las afueras de los grandes centros urbanos.
Es importante destacar que la mayor parte de estas tipologías de obras se llevan adelante en forma descentralizada, a través de la contratación de los diferentes rubros y gremios que deben intervenir en cada caso, que actúan bajo la figura del cuentapropismo, y que sólo en algunas ocasiones da lugar también a la contratación de profesionales que coordinan los trabajos (arquitectos, ingenieros, maestros mayores de obras, etc.). Es decir, en materia de refacciones, ampliaciones y construcción de casas (no de departamentos), es poco común la intervención de empresas constructoras formalmente constituidas y cuyos trabajadores están en relación de dependencia formal. Dato importante, porque de lo contrario no se puede comprender cómo los indicadores de despachos de insumos tuvieron la trayectoria descripta más arriba, pero el empleo formal en la actividad de la construcción recién comenzó a recuperarse y de manera gradual a partir de septiembre del año pasado.
Por su parte, los desequilibrios macroeconómicos existentes potenciaron este proceso.
A lo largo de 2020 el déficit financiero del gobierno nacional fue de 2,29 billones de pesos. Fue producto de la fuerte desaceleración del crecimiento (nominal) de los ingresos y de la fortísima expansión de las asistencias a empresas y personas físicas, que hicieron que el gasto público creciera a un ritmo casi tres veces superior al de los ingresos. Y el Banco Central se vio obligado a cubrir casi la totalidad del déficit con la emisión de 2 billones de pesos (adelantos transitorios y transferencia de utilidades al Tesoro). De este total, el ente monetario reabsorbió 70% con diferentes operaciones, pero 30% quedó en efectivo en poder del público.
Utilizando el índice de la Cámara Argentina de la Construcción, en el primer bimestre de 2021 el costo de construir en dólares libres fue 22,6% menor al de enero-febrero de 2020
Y como en Argentina se demandan pesos esencialmente para realizar transacciones, no para ahorrar. Entonces, más pesos en circulación y menor número de bienes y servicios ofrecidos (locales e importados) se tradujeron en una aceleración gradual del ritmo de aumento del nivel general de precios (es decir, en más inflación). En tanto, los que quisieron ahorrar, salieron a demandar dólares, lo que dio lugar a una combinación de tres cosas: aumento de la cotización del dólar en pesos argentinos, venta de reservas internacionales por parte del Banco Central y aumento de las restricciones para acceder al mercado cambiario oficial, lo que desencadenó la aparición de los sustitutos (denominados, dólares ‘libres’) y de la brecha (y también de la intervención del ente monetario en estos segmentos).
Entonces, nuevas necesidades en materia de vivienda impuestas por la pandemia/cuarentena y las distorsiones macroeconómicas que elevaron en forma sustancial el precio del dólar en moneda nacional, en conjunto se constituyeron en un motor relevante para las obras de refacción, ampliación y mejoras, así como también en un tractor para la puesta en marcha de nuevas construcciones de casas. Y esto es válido no sólo para los que tienen ahorros en dólares, que merced a la brecha pueden vender menos billetes para realizar las mismas obras que hasta hace un tiempo atrás. Sino también para los que tienen ingresos en pesos y capacidad de ahorro, que pueden comprar dólares a un precio históricamente ‘alto’ o utilizar esos pesos para llevar adelante obras de construcción, cuyo costo en pesos aumentó menos que la cotización del dólar ‘libre’. Utilizando el índice de la Cámara Argentina de la Construcción, en el primer bimestre de 2021 el costo de construir en dólares libres fue 22,6% menor al de enero-febrero de 2020 y se ubicó 50,5% por debajo del correspondiente al primer bimestre de 2018.
Asimismo, en un contexto de creciente pérdida de valor del peso argentino, y en ausencia de instrumentos para resguardar su poder adquisitivo, resulta lógico que los integrantes de la cadena de valor de la construcción hayan buscado recomponer e inclusive ampliar inventarios, en la medida que actúan como refugio del capital de trabajo. Esto es algo que también se observó en otras cadenas de valor en el último año.
Perspectivas
Cuando se mira hacia adelante, se abren importantes interrogantes. Las refacciones, ampliaciones y mejoras no están en condiciones de sostener indefinidamente el nivel de despachos de insumos registrado en los últimos meses. En definitiva, la construcción residencial nueva es la principal tipología de obra que mueve a la cadena de valor. Y, por ello, será clave la velocidad con la cual se vayan reactivando estas obras. En 2012-2015, el cepo cambiario y la consecuente brecha, contribuyeron a sostener la inversión en construcción residencial, en desmedro de la actividad inmobiliaria. Pero la situación actual es diferente. Porque el contexto macroeconómico está más desequilibrado, con mayor brecha cambiaria y tasa de inflación en proceso de aceleración, a lo cual debe agregarse una ley de alquileres que desalienta la inversión en inmuebles para alquilar y, como contrapartida, expande la oferta de viviendas en venta. Entretanto, no es fácil determinar el impacto que tendrá la nueva ley de blanqueo sobre la inversión en construcción (ya que otorga un plazo de hasta 2 años para poner en marcha las obras), así como el proyecto de ley para promover la financiación hipotecaria indexada por la evolución de los salarios (para el deudor), en lugar de los precios minoristas, en un contexto de menor nivel de empleo y de poder adquisitivo que el registrado hasta 2017, incluso en el segmento formal del mercado laboral. Y, finalmente, no deben dejarse de lado los posibles impactos negativos ligados a una eventual segunda ola de contagios elevados por Covid-19 en los próximos meses, mientras se espera un mayor abastecimiento de vacunas.
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