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Se trata de Roberto Carlos Cejas, Suboficial Primero Apoyo General Camarero, quien hace 26 años dejó su Catamarca natal para ingresar a las filas de la Armada Argentina. “En la Armada se puede planificar y cumplir anhelos personales y profesionales. Hay una esperanza de futuro”, contó el comprovinciano oriundo de El Chañaral, paraje ubicado en el departamento Ancasti.
A continuación compartimos la historia de este catamarqueño que se destaca por su experiencia y trabajo en la Fuerza, y es considerado un orgullo para la Armada de nuestro país.
Su profesión le permitió entre otras cosas conocer la Antártida, otros países del mundo y navegar en distintos tipos de buques. “A bordo siempre hay predisposición y, en lo personal, me gusta navegar, porque sé que detrás de cada marino hay una familia que nos está apuntalando y esas actitudes nos dan la confianza necesaria para cumplir con la misión”.
El Suboficial Primero Apoyo General Camarero Roberto Carlos Cejas tiene 45 años y es oriundo de El Chañaral, un paraje ubicado en el departamento Ancasti, en la provincia de Catamarca.
Integró hasta el pasado año, la dotación del destructor ARA “La Argentina”, unidad que realiza navegaciones de vigilancia y control de los espacios marítimos en la Zona Económica Exclusiva de jurisdicción nacional.
Este año cumplirá funciones en un nuevo destino, la Base Naval Puerto Belgrano, donde continuará disfrutando de la elección de vida que realizó siendo muy joven.
Desde las sierras catamarqueñas
“Ingresé en 1994 como Marinero Tropa Voluntaria. Mi primer destino fue la Escuela Naval Militar, donde cumplí funciones de camarero y mantengo muy buenos recuerdos de mi primer año en la Armada, porque siendo tan joven tuve la posibilidad de navegar en nuestra querida fragata ARA ‘Libertad’”, recuerda con mucha emoción.
La decisión de unirse a la Institución la tomó cuando tenía 18 años y no fue sencilla por ser hijo único. La elección implicaba alejarse de Antonia, su mamá. “Nací en El Chañaral y unos años más tarde nos mudamos a la localidad de El Recreo, conocida por el Cristo Redentor, uno de los monumentos más visitados. Era muy chico, pero tengo buenos recuerdos de mi infancia en las sierras y ríos catamarqueños”, asegura.
“Mi norte a seguir era un Suboficial Mayor que siempre que venía a la ciudad, era bien recibido y era muy lindo verlo con el uniforme, algo que llamaba mi atención. En mi interior, a pesar de mi corta edad, sabía que algún día iba a ser como él, es el ejemplo de alguien que marca nuestras vidas y nos esforzamos para cumplir con ese deseo”.
También recuerda el esfuerzo para ir a la Escuela Nº 388 “Río de la Dorada”. “Tenía que caminar 4 kilómetros cada día; y durante un tiempo tuvimos que cursar en la iglesia porque nuestra escuela tuvo problemas con el techo y eso nos obligó a concurrir en diferentes turnos para no perder el año, estos son algunos de los sacrificios que uno hace en pos de conseguir un futuro mejor”.
Los siguientes pasos en la Armada
Al finalizar el viaje en la fragata decidió rendir e ingresar como aspirante para hacer la carrera de suboficial de la Armada. “Siempre me sentí atraído por la vida militar”, reconoce.
Finalizado el curso en la Escuela de Suboficiales de la Armada empezó a ejercer su especialidad en diferentes destinos. Estuvo en la Jefatura de Políticas y Estrategias, en el multipropósito ARA “Punta Alta”, en la Agrupación Servicios Cuartel, en el Destacamento Naval Comodoro Rivadavia y en el Comando de la Flota de Mar.
También tuvo la posibilidad de realizar una comisión a la Antártida a bordo del rompehielos ARA “Almirante Irizar”. “Fui parte de la Campaña Antártica de Verano 1999/2000 y estuve en el continente blanco durante dos meses y medio. En lo personal, fue una experiencia única”.
En el 2018 fue trasladado al destructor ARA “La Argentina”. “Esta unidad es mi primer buque de esta clase y para mí es un privilegio y un orgullo salir a navegar y custodiar nuestro mar”.
Con más de 25 años de carrera destaca el grado de profesionalismo que hay en la institución. “Valoro el trabajo de la gente de mar, el adiestramiento que se adquiere y siempre donde nos hacemos presentes somos bien recibidos. Hay mucha empatía con la gente, la cual sabe de nuestras tareas, confía plenamente en nosotros y nos lo hace saber”.
Admite que no es sencillo alejarse del hogar y de la familia. “A bordo siempre hay predisposición y, en lo personal, me gusta navegar, porque sé que detrás de cada marino hay una familia que nos está apuntalando y esas actitudes nos dan la confianza necesaria para cumplir con nuestra misión”.
Su sostén familiar está conformado por su señora Isabel y sus hijos Emanuel, Nayive, Gonzalo y Fabricio, que siempre lo han apoyado y acompañado durante su carrera.
Como experiencia personal recuerda el nacimiento de su primera hija. “Nació cuando estaba navegando, pero me pude desembarcar para ir al hospital naval a conocerla y en ese momento tuve el apoyo y la contención necesaria por parte de mis superiores. La Armada siempre va a estar para sostener a la familia”.
Para el Suboficial Cejas lo más gratificante es cumplir con las tareas diarias y demostrar el nivel de profesionalismo: “Quienes tenemos esta especialidad debemos ocuparnos de que todos los que están a bordo se sientan cómodos, para que también puedan desarrollar correctamente sus funciones”.
Por último, y habiendo finalizado el 2020 con una patrulla de control del Mar Argentino, sostiene: “Siempre nos adaptamos y damos lo mejor de nosotros, para poder cumplir la misión de la mejor forma posible”.
Para los jóvenes que deseen ingresar a la Armada, Roberto les dirige un mensaje: “En la Armada, siempre va a haber alguien con un buen consejo o una palabra de ánimo que permita superar todo escollo que se les presente en la vida. En la institución se puede planificar y cumplir anhelos personales y profesionales, hay una esperanza de futuro. Todo el trabajo es valorado, reconocido y todas las personas que estamos somos un engranaje”.
Fuente / Gaceta Marinera Mar Adentro
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