
En otras épocas de la humanidad, era común que los sabios dominaran numerosas disciplinas y de las más diversas ramas del saber. Pitágoras, Aristóteles y Platón, manejaban con la misma erudición la filosofía, la matemática, la geometría o la metafísica, por mencionar algunas. Durante el renacimiento, Galileo Galiei (astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico) o Leonardo Davinci (pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista) fueron los máximos exponentes de la polimatía. Si bien se trataba de mentes extraordinarias, eran momentos de la historia en los que el conocimiento era limitado e incipiente. Pero en nuestra era, la más prolífica del conocimiento en la historia de la humanidad, donde el saber se duplica en cuestión de meses (en solo días u horas en algunas ciencias) el caudal de información obliga a circunscribir el campo de estudio y la formación a ámbitos cada vez más específicos. Como consecuencia, los expertos del siglo XXI son cada vez más especializados, que saben mucho pero de temas más puntuales. Salvo algunas excepciones de sorprendentes “sabelotodos”.
Por ejemplo, el Gobierno de la provincia descubrió y reclutó a una verdadera polímata moderna, dominadora de los saberes de cuanto cargo y organismo se le ponga al alcance de la mano. La ahora ministra de Ciencia e Innovación Tecnológica, Eugenia Rosales, ha demostrado una extraordinaria capacidad para saber de todo, como una mente renacentista en pleno 2020, y gestionar cuanto organismo se le cruce. Tecnología, ciencia, emprendedurismo, pedagogía, educación, medios de comunicación, periodismo; Rosales es una verdadera megamente, que de haber nacido en el 1400 en la Toscana francesa habría borrado de la historia al propio Leonardo.
La carrera de Eugenia Rosales como funcionaria comenzó hace un par de años cuando volvió a la provincia. Empleada de la Casa de Catamarca en CABA, regresó un día a su tierra para buscar (o sumar) mejores opciones. Y en la intentona, orientada por su formación en periodismo, probó suerte en el Canal de la Provincia. Sin éxito, salió a buscar donde echar raíces, amparada en su apellido abre puertas.
Así llegó a la Municipalidad de la Capital, donde tuvo una mágica y espontánea reconversión a experta en tecnología, erudita en las más variadas ramas de la informática, gurú del emprendedurismo. Con semejante perfil técnico, quedó al frente del Centro de Innovación y Desarrollo, creado en ese momento por el entonces intendente Raúl Jalil. Con la capacidad que solo esas personas tienen (habilidad innata en los funcionarios polirubro), para el día de la inauguración, Rosales ya tenía armado el indispensables discursito con el que mostrarle al resto de los mortales que ya dominaba las artes de las nuevas tecnologías y se había transformado en una innovadora de raza.
Meses después, con esa función como trampolín, pegó el salto al también debutante ministerio de Ministerio de Ciencia e Innovación Tecnológica. Para una mente como la suya no representó ningún desafío. El mismo cassette que había grabado para la municipalidad, de estilo pomposo y barroco, con éxitos como “Innovation Kick-Off”, “Ecosistema de emprendedores”, “Inspiración activa”, “Innovation Weekend” podría fácilmente ser adaptado a la nueva cartera provincial.
Ya segura en esa nueva función, también pidió que le transfieran a su órbita los medios de comunicación de la provincia, nucleados en Catamarca Radio y Televisión S.E. Porque como buena polímata, sabe de todo lo que haga falta saber para ser funcionaria, pero de formación (lo que se dice estudiar), el periodismo es fuerte y su pasión.
Posteriormente, cuando el Gobernador se lo propuso, tampoco rechazó hacerse cargo de las escuela secundarias de formación técnica de la provincia. Si en cuestión de meses se había consolidado como la gran líder de la innovación de la Capital y luego de toda la provincia, sumar la gestión de una docena de instituciones técnicas más no representaría gran problema.
Un poco de instalaciones electromecanicas, un poco de construcciones, algo de mecánica y electricidad, informática, producción agropecuaria y listo. Nada que una mente prodigiosa que aprende por ósmosis no pueda asimilar en un ratito, para asumir también esa responsabilidad de gestión.
Y como no hay dos sin tres, quien dice secundarias, también dice terciarios. Una auténtica polyhistor no podía quedarse atrás en el desafío de gestionar la educación superior de la provincia. A todo lo que ya sabia, solo tenia que sumarle el dominio de las artes plásticas, escénicas, la música, comunicación, profesorados en ciencias exactas y humanísticas, minería, energías renovables, economía social, enfermería. Una siesta con la ley de educación superior de almohada ya será suficiente para aprender el manejo de la formación profesional superior.
Total, cuán difícil puede ser gestionar decenas de instituciones formativas. Con la templanza de una persona que acumula años de experiencia, Rosales ya se sienta tet-a-tet con los rectores de los IES a explicarle de qué va la cosa.
Ante semejante portento del conocimiento, es normal que surjan dudas y preguntas sobre si la polivalente funcionaria es una real polímata en pleno siglo XXI. O si solo domina el arte de la producción “de pequeñas partículas sólidas que resultan de la combustión incompleta de un combustible”.
Con su gestión, el CID, que debía transformarse en “un centro (…) en Catamarca para fomentar la cultura emprendedora que marca el futuro y desarrollo en la provincia”, al tiempo de inaugurado ofrecía talleres de origami, dibujo, maquillaje y juegos en la Xbox. Lo más cercano a la innovación, fueron los kits de robótica educativa y la compra de impresoras 3D (tecnología disponible a nivel hogareño desde hace una década).
En su salto a la provincia, la impresión 3D también fue el caballito de batalla. En un par de semanas luego de asumir, transformó el Ministerio de Ciencia e Innovación Tecnológica en una fábrica de cositas que se pueden imprimir.
Al mismo tiempo, los medios de comunicación de la provincia naufragan por la falta de planificación y acefalía en la gestión real. Las consecuencias se palpan en un funcionamiento caótico y contenidos paupérrimos (salvo honrosas excepciones).
Por el lado de la gestión de los colegios de formación técnica, la pandemia ayudó mucho a disimular incompetencias y los poquísimos días de clases no son suficientes para cuantificar el desempeño. Y con los IES, la resistencia de los profesores, alumnos y directivos complica el traspaso a la cartera de la funcionaria omnisapiente.
Es una suerte para cualquier administración toparse con funcionarios de ese nivel intelectual, que aglutinan mil roles y ahorran la necesidad de contar con expertos y profesionales de cada área. Tanto así, que ante la renuncia del ex ministro Gordillo, la ministra polirubro también quedó subrogando el Ministerio de Educación. Fantaseando, porque no, con que una unificación de las dos carteras le deje con todo bajo su gestión. Después de todo, la ministra polímata lo único que no sabe es decir “No” a un cargo.